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Actor,director y docente teatral.Escritor (novela, cuento,poesía y dramaturgia) Artista textil.-

La Tierra del Arca

Hola a todos:
He abierto este blog para hablar de arte y compartir obras. Me llamo Carlos Lagos, tengo 68, y la vida entera dedicada a intentar crear en el campo del teatro, la ficción, la poesía y ahora, de viejo, luego de un buen infarto, arte textil.
Quizás a alguien le guste o interese un poco lo que hago o he hecho. Es mi botella al mar. Está flotando y vaga buscando un rumbo. Alguna respiración humana parecida.
Ya salgo. Ya vuelvo.

ARTE TEXTIL

Estos trabajos intentan metaforizar el genocidio realizado en la Patagonia, primero con los pueblos originarios y luego con militantes populares. Traté de eludir la anécdota directa y representar los hechos desde la abstracción geométrica. A lo mejor les gustan un poco. Faltan algunos que pronto publicaré.Díganme qué les parecen. Gracias.-

sábado, 21 de noviembre de 2009

La sal del recuerdo

La vejez empieza a tomarme. Estoy lleno de rabia por lo que se avecina porque no puedo aceptar la pérdida. Para decirlo de otro modo, me niego a la decrepitud.
Atrapado, atado por la estafa de la vida, nacer para la muerte es un escándalo que me llena de resentimiento. El puto escándalo de la muerte. Lo que narro, pués , nace desde la rabia. Igual evoco y convoco a lo mejor, así será mi modo de resistir mientras pueda. Haciéndole un corte de mangas a la naturaleza asesina. La vida es hermosa y la muerte un asesinato a mansalva. No me vengan con la paz del descanso eterno. Se trata de un salto existencial con una bruta 9mm disparando a la nuca.Odio al tiempo que avanza; a esa indiferente e inconmovible máquina de matar. Fuck You. Narrar la vida, registrarla, no es vencerla. Estoy hablando de derrota en toda la línea, pero al menos se puede transformar el relato en una denuncia sobre la infinita burla de Dios.
Se trata, pues, de patalear en un inútil acto de libertad, de hacer un gesto obsceno ante la náusea. Y podría empezar a contar diciendo que el Tito era un rengo que había tenido poliomielitis, por ejemplo.
Cuando corrían los años cincuenta, la polio era el terror de nuestras viejas, por eso todos los gurises llevábamos colgando del cuello una bolsita de alcanfor. Aunque el Tito no había podido zafar. Tenía la pierna izquierda tomada, arrugada, mordida desde el tobillo hasta la rodilla, como si le hubiera clavado los colmillos un bicho salvaje del monte. Tal vez por la renguera, que le había dejado flaquita la pierna, o de puro fanfarrón nomás, compensaba el defecto mandándose la parte, como si fuera el más grande cogedor de mujeres de la República Argentina. Era capaz de inventar y contarnos culeadas colosales con una mina casada, por ejemplo; que se la ponía sin despeinarse adentro del ropero, mientras el boludo del marido dormía tranquilito. Al final siempre la mentira se descubría, pero lo grande había sido el relato, la forma maravillosa que tenía de enroscarnos la víbora. Hacíamos una ronda boquiabierta de tarados alrededor de él, que se convertía en un turco embaucador de chacareros vendiendo baratijas en la Colonia. Entonces, como Mandrake, nos hacía aparecer una cintura que se movía lenta y enloquecida, un monte de Venus vertiginoso, una concha peluda, que nos hacía babear. Nosotros que recién andábamos por los doce y lo admirábamos porque él ya tenía dieciséis. El Tito representaba la experiencia del hombre que estaba lejísimo de nosotros, pendejos de mierda. El hijo de puta hablaba del olor de esas mujeres y nos ponía y sacaba a voluntad de la nariz, olores desconocidos; no importaba qué carajo decía, pero era olor a sexo, a concha, que cada uno inventaba para sí y que golpeaba con fuerza en las fosas nasales.
Pero la primera vez que hicimos algo que se parecía a coger fue gracias al Gringo, el hermano más chico del Tito. Era mellizo con el Déliz, gran número dos de nuestro equipo de futbol quién, cuarenta años más tarde devendría en un borracho perdido con delírium tremens incluido. En realidad, para ser francos, habría que decir que todos aquellos muchachos dorados que éramos nos fuimos convirtiendo lentamente en borrachos, después de los setenta. Sencillamente alcohólicos. La mayoría de mis amigos de la barra del pueblo, mis amigos amados, terminaron atrapados por la cirrosis y murieron muy jóvenes_ por ejemplo el Cacho y el Bepo, empapados, ahogados por el alcohol. Otros quedaron a las puertas del Paraíso como el Déliz que, aunque vivo todavía, se fue hace más de veinte años de este mundo y ,por su propia voluntad, hoy vive en otro lleno de niebla y alucinaciones donde quizás sea un poco más feliz que todos nosotros.
La vida pareciera simple papel pintado. Ahora, nomás, me quiero morir despacito escuchando “Anclao en París” cantado por el Mudo. Y nada más. La realidad no existe; es una convención, un arreglo para calmar los nervios. Estoy pensando mucho en que nosotros renunciamos a la Utopía demasiado pronto. Será por la cantidad de sangre que corrió por las cunetas tantos años siniestros; vaya uno a saber.
Lo nuestro, ahora, es como una desesperación de mirar pasar los días y los días, sin ningún adelanto. De estar desocupado y no ser nadie. No se vislumbra algún adelanto y llega un momento en que uno está como gastado, como lijado. Aunque algo me dice que un día de éstos voy a echarme la gran meada inaugural, porque adentro me siento lleno de voces y de colores.
Todo sucede ¿viste?. La vida es un barco más o menos bonito y no sirve de nada sujetarlo. Va y va. Lo mejor de la vida se gasta en seguridades. Y, en cambio, me parece que conviene pasarla livianita, en celebraciones.
A mí un día me tocó irme muy lejos de mis pagos. Pero no me olvidé de las veredas. Aquí o allá, las siento en los tamangos. Se me formó una piel con la carencia de mi tierra que, por otra parte, ya no existe. Mi pueblo hoy no es mi pueblo. Es únicamente una parte borrosa de mi cabeza. Pero si el mundo está lleno de caminos son para recorrerlos.
Empezando a narrar me parece que estoy defendiendo la última astilla de una flechita. Contar es para mí como rendir un examen de pureza ante impuros. Y mientras tanto, ando enchastrado en el gran burdel de la vida. Estoy lleno de bronca porque todos los días se nos muere alguno de los Grandes Viejos. Yo no tengo ningún interés en hacer reír y, sin embargo se ríen. Asisto a la injusticia de mirar y oir cómo se premia a lo peor y me digo, serás lo que te tocó ser y dejate de joder.
Igual, de pelotudo que soy, nomás, adhiero a esta fábula: Una vez unas orugas estaban muy tristes porque una de ellas se estaba muriendo. De repente se alegraron mucho porque la oruga, casi muerta, se transformó en mariposa. Quiero creer, tal vez para engañarme, que uno no se muere sino que se transforma.-

(2)
__Bueno Papá, hablemos.
__¿De qué?
__No sé; de la edad.
__¿Cómo de la edad?
__Claro; ahora ya tengo los años que vos tenías cuando falleciste.
__Ah, eso…En realidad ya me pasaste. Ya viviste más que yo. Y capaz que mejor. Seguro.
__No sé. Para mí vos siempre fuiste el mejor. Lleno de defectos, pero el mejor de todos. Siempre te admiré, hijo de puta. Tenías tus agachadas, tus cobardías y, sin embargo eras un dios.
__No, m’ijo, es al revés. De movida, de gurisito, yo te miraba crecer y lograr tus cosas y me quedaba con la boca abierta. Para mí vos me superabas ampliamente; se veía que ibas a llegar muy lejos.
__Ya ves, Papá. Te equivocaste. Me la pasé en aprontes.
__No, hijito. Fuiste alguien. Conseguiste ser alguien.. No como yo, un nadie.
__¿Cómo es la muerte, viejo?
__¿Sabés que todavía no sé?... Y ya hace treinta y pico de años que estoy del otro lado.
__Seguís sin querer hablar. Como cuando vivías. Sos un guacho.
__Es que no hay nada para decir. Cuanto más hablás, más la cagás.
__Te quiero, pa. Te quiero como a nada en el mundo. Pero sos un cabrón.-
__No soy cabrón. Soy un infeliz. Y también te quiero, m’ijo.


4 comentarios:

  1. Bien!! Continúe produciendo, don Lagos!!
    Un abrazote
    José Luis
    "el ticher/el puético"

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  2. muy bueno Carlos!! me encanta saber de vos y verte en esa foto. Te mando un abrazo grande a vos, bea y demàs miembros de la flia. Yoyi

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  3. Carlos, felicitaciones por el trabajo. Te mando un cariño grando!
    Juan Ignacio

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  4. Viejo comienzo a releerte desde el prncipio pa no perder el hilo que desde enero no pude seguirte; y como me gusta hacerlo..me recuerda a las veces que te oía dar clase allá en la plata y yo una niña, escuchaba a un tipo que sabía mucho y no se parecía a mi viejo, el que veía de mediodía freir milangas pa alimentarnos entre turnos de colegio..era otro que una no sabía que existía..uaahh!!
    Bueno voy a seguir leyendo.
    Desde ya, te cuento que es algo que pienso pasar y compartir con los amigos y hacedores que, desde luego me interesa te conozcan y su opinión. Beso grande, Cande

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