7.-Voy a tomar sopa, nomás; ahí enfrente, en la fonda. En el boliche de Fejarano. Los viejos, antes de irse, dejaron pago el almuerzo y la cena para quince días porque no quise ir a Concepción con ellos; a Concepción del Uruguay, en Entre Ríos, te estoy diciendo, Amelia. También le decimos directamente Uruguay, sin que ningún entrerriano la confunda con la otra orilla del río. Esta es la primera vez que voy a tener el tiempo enterito para mí solo. Y el fondero Fejarano, la puta madre que lo parió, quedó de tutor, de padre mío. El guacho, pelado de mierda, medio bizco y por demás calentón con las minas, me vigilaba. De refilón, frunciendo la jeta, piropeaba a las morochas; les soltaba porquerías entre dientes mientras relojeaba a su mujer, que andaba de un lado a otro en la cocina. En la vereda se avanzaba sin freno a las gurisas o a las sirvientas que iban a hacer un mandado, siempre con el escarbadientes colgando de la boca, “mi tutor”. Qué iba a saber yo que sobre la cabeza pelada del reputo Fejarano, o en su bigote, ponele, iba a colocarle un cartel grandote con la palabra “alcahuete” por alcahuetear lo de la negrita del ruso. ¿Pero, qué tiene?.. En la memoria, ahora, es de noche, como las once; y mi cabeza late:”Che, Marianito, está mal. Che, Marianito, no lo hagás. Che, Marianito, se va a enterar mamá”, frente al espejo del baño. Con el cagazo mayúsculo. Y tombá-tombá-tombá, el corazón. “Eso no se hace en la casa de los viejos, en su cama”. La radio lo bastante fuerte como para no acordarse de la soledad, pero sin aturdir, a ver si los vecinos. Entonces enciendo la luz del patio embaldozado como un tablero de ajedrez. El Gringo estará sirviendo las últimas mesas, disfrazado de mozo, con su saco bastante gastado que ya ni blanco parece. “Mirá que vamos a tu casa, Flaco, que no es joda,eh…Yo me levanto a la rusita, me la cojo primero, y después le caen ustedes. Vos segundo, porque sos el dueño de casa y después los otros boludos”. Parece un pirincho el Gringo con esos pelos parados. En alguna de las mesas del comedor del hotel, estarán comiendo el ruso y la negrita y seguro que, cuando sirve un plato, el Gringo la roza con el codo o le aprieta una rodilla con las piernas. El Gringo, quizás, deja un Américan Club Extra, encendido, en el borde de la mesada de la cocina, que es de hierro y a carbón, y cada vez que entrega un plato sucio a su hermana , la Elba, que es la cocinera, le da una pitada, que por allá le decimos “seca”; le da una seca, traga el humo y dice filosóficamente: “¡Qué lo parió!” Y se toca el bulto que le pega patadas abajo.”¿Y a mí, si no se me para?” El Conejo, el Pollo y el Gringo cómo se cagan de risa, entonces…Sonríe Marianito ante el espejo rectangular y ordinario del baño; se peina, haciéndose el jopo como Alan Ladd. Espejos, espejos, qué magia, qué fascinación verse crecer,ir pareciéndose a un hombre.Y qué miedo a ser marica, ¿eh? Todos teníamos ese miedo. ¡Andaaa!...Destraba los botones de la bragueta y pela y sacude el asunto. Lo golpea contra la pileta, haciéndose el macho, hasta que duele; pero, por las dudas, relojea el espejo donde se refleja la ventanita del fondo que da al baldío. Detrás de la tapia se escucha una manifestación de grillos. La noche es clarita y no hay una señal de viento. El foco de la mitad de cuadra cuelga definitivamente inmóvil, ahogado por los bichitos del verano, arremolinados alrededor. Así que el Gringo se consiguió nomás a la rusita. Tombá-tombá-tombá…
Y están a mi alrededor, son amebas y yo también una ameba, Amelia , un organismo simple que se desplaza penosamente en ese inmenso mar de desesperanza que es, en los años sesenta, una oficina de Buenos Aires. Entonces otea Saca un brazo para verificar si el aire está helado; hace emerger el periscopio de su largo cuello y los contempla con algo que tiene mucho de embeleso. Están frustrados quizás, sí, pero no lo han advertido y por lo tanto son felices. Son boludos alegres, diría papá. De manera que los envidio un poco. Los miro con ternura, como si tuviera derecho a juzgar. Pero, también, es como una tentación, un deseo grande de tirarse a la pileta con ellos y nadar en ese agua putrefacta en la que chapotean como chicos. Las tardes se hacen pesadas, interminables, hasta la llegada de la coca cola y el sándwich; lentas, dije, y recién cuando el reloj lo canta, parecen precipitarse en cataratas, lanzados por un tobogán gigante que termina en la puerta de salida donde ya, a fin de abril, está la noche fresca esperando.
El sol no se ve nunca adentro. Entonces es, nada más, un recuerdo triste de los sábados y domingos; de los quince días de cada verano en alguna zona de sierras o de mar. Y afuera estará la noche esperando todos los días, a partir de las siete y media de la tarde, pero es ahora cuando cuesta aceptar que todavía faltan dos horas hasta la llegada del sándwich y varias más hasta la sopa humeante o el televisor encendido.
Aquí se trata de llenar formularios sin equivocarse; verificar firmas, nombres, hacer cuentas en la Olivetti a manija, sellar y mientras construir sueños, tejidos por una especie de ilusión de estar intensamente vivos, que la muerte por ahora es una lucecita muy lejana, un punto que espera en algún lugar del infinito. Alguno abre la boca en un bostezo que deja ver el abismo negro de la garganta y las muelas cariadas y asiente con su cabeza sabe Dios qué cosa. Hoy acaban de suspender las horas extras. Un mensajero cualquiera vino con la noticia tenebrosa, pateó el hormiguero existencial, y se ha desatado una tragedia de cuotas que no podrán pagarse más; así que se vendrán las búsquedas afiebradas en los clasificados de “Clarín”; y aparecen, entonces, rostros de esposas con el azoramiento que pondrán, a la noche, cuando se enteren de la noticia. Quedan flotando algunos vagos “hijos de puta”, mascullados, lanzados al tanteo, a la nada, ya groguis, trompadas al vacío. Se escuchan mecánicamente para hacer concreta, de algún modo, a la impotencia que, ahora, da a sus ojos un aire de agonía; de desesperanza irremediable.
__Las sacaron para jodernos…de hijos de puta que son, nomás. Ya vas a ver que de acá a una semana venimos otra vez, como siempre…¡Si los conoceré a estos guachos!...
Nadie levanta la cabeza. La voz parece evaporarse y se deshace sin convicción. Si uno levanta la vista y la clava en los tubos fluorescentes largo rato, queda súbitamente enceguecido, a las tres y pico de la tarde de cualquier día en Buenos Aires.
Datos personales
- carlos lagos
- Actor,director y docente teatral.Escritor (novela, cuento,poesía y dramaturgia) Artista textil.-
La Tierra del Arca
Hola a todos:
He abierto este blog para hablar de arte y compartir obras. Me llamo Carlos Lagos, tengo 68, y la vida entera dedicada a intentar crear en el campo del teatro, la ficción, la poesía y ahora, de viejo, luego de un buen infarto, arte textil.
Quizás a alguien le guste o interese un poco lo que hago o he hecho. Es mi botella al mar. Está flotando y vaga buscando un rumbo. Alguna respiración humana parecida.
Ya salgo. Ya vuelvo.
He abierto este blog para hablar de arte y compartir obras. Me llamo Carlos Lagos, tengo 68, y la vida entera dedicada a intentar crear en el campo del teatro, la ficción, la poesía y ahora, de viejo, luego de un buen infarto, arte textil.
Quizás a alguien le guste o interese un poco lo que hago o he hecho. Es mi botella al mar. Está flotando y vaga buscando un rumbo. Alguna respiración humana parecida.
Ya salgo. Ya vuelvo.
ARTE TEXTIL
Estos trabajos intentan metaforizar el genocidio realizado en la Patagonia, primero con los pueblos originarios y luego con militantes populares. Traté de eludir la anécdota directa y representar los hechos desde la abstracción geométrica. A lo mejor les gustan un poco. Faltan algunos que pronto publicaré.Díganme qué les parecen. Gracias.-
martes, 9 de febrero de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario