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Actor,director y docente teatral.Escritor (novela, cuento,poesía y dramaturgia) Artista textil.-

La Tierra del Arca

Hola a todos:
He abierto este blog para hablar de arte y compartir obras. Me llamo Carlos Lagos, tengo 68, y la vida entera dedicada a intentar crear en el campo del teatro, la ficción, la poesía y ahora, de viejo, luego de un buen infarto, arte textil.
Quizás a alguien le guste o interese un poco lo que hago o he hecho. Es mi botella al mar. Está flotando y vaga buscando un rumbo. Alguna respiración humana parecida.
Ya salgo. Ya vuelvo.

ARTE TEXTIL

Estos trabajos intentan metaforizar el genocidio realizado en la Patagonia, primero con los pueblos originarios y luego con militantes populares. Traté de eludir la anécdota directa y representar los hechos desde la abstracción geométrica. A lo mejor les gustan un poco. Faltan algunos que pronto publicaré.Díganme qué les parecen. Gracias.-

miércoles, 5 de mayo de 2010

21.-
Es como sentir una piedra depositada en el estómago. No sé bien. También como un líquido espeso, correoso, que se sangolotea al caminar o al cambiar de postura. O moco, si te parece. Un moco blancoverdoso desparramado en el valle del vientre. Lo más duro es no poder digerir esa materia negra que se sube , de a ratos, a la garganta y no siento el gusto pero, sin embargo, me ahogo hasta las puertas del vómito. Después se aleja y, cuando de nuevo estoy calmado, empieza otra vez.
La cabeza no responde a las órdenes, así que me bamboleo en el aire enrarecido, fuera del tiempo. No sé nada, ni por qué. ¡Ah, sí!...Verme desde un ángulo alto, tener un par de ojos lo suficientemente objetivos para que pudieran contarme cosas de mí; tener acceso a la información, saber en qué sitio, en qué gaveta de mierda estoy para estudiar, parsimoniosamente, toda la ficha. Y entre ceja y ceja un dolor apagado, apegado. Ya no bastan las pastillitas; es como si la cosa viniera de otra región más lejana que la carne y se impusiera, como si se me tiraran encima; como si sucedieran cosas que no pudieran determinarse ni controlar. Uno, al cabo, llega como a ver algo, ¿no? Que no se pertenece, quiero decir. Ni una sola de las partículas pueden verse y, de golpe, el chucho, el miedo abismal, y manotear a ciegas. El fantasma de hacerse saltar en pedacitos, ¿eh?, y se elige algo superior a uno para zafar, por ejemplo ser solidario, me parece, Amelia. Para que ellos, también, los pobres de toda pobreza, tampoco, vayan a pensar en el gatillo, digo…
La desesperación es un tigre hembra que devora a sus hijos. La felicidad un cachorro que juega con su madre, debajo del sol.
Ah, sí. Es una lucha sin.., dejalo así, carajo. La supervivencia no puede resolverse. No puedo yo, bah. Es decir, se trata de poder conciliar nuestro chiquito, rastrero, triste y friolento desamparo con el de nuestro vecino, que es más chiquito, rastrero, triste y friolento todavía. Debe ser ahí que uno, arrastrándose entre espinas, se acuerda de Dios, bandoneón, ché. Y, clavado, acabamos por hacernos nosotros mismos el propio Todopoderoso, en el dos mil, también; hasta que, de a poquito, nos damos cuenta que apenas somos un trocito de carne, una arenita, ché. Que todo desaparece como ahora, que si es cura o colchonero, al reflexionar sobre nuestra condición, sobre la incapacidad que tenemos de ser lobos, rey de bastos, o de accionar, si te gusta más. Creemos, te decía, loca, que todas las cosas están llenas de amor, caradura, o que se inflamarán a nuestro contacto, polizón, con tacto, nos damos la cara contra el muro y se parten todos los ladrillos; nos desgarramos la ropa siglo XX, para quedar desnudos y lastimados; nos bañamos, nos limpiamos el cuerpo problemático y febril, lo escondemos, abrimos las canillas y dejamos correr el agua dulce; empapados, ateridos, pájaros detenidos en el aire, advertimos nuestra figura ridícula. Pero, igual, meta soñar con la pinta de Carlos Gardel que sigue mudo y entonces acabamos por entender un poco que ser llorón no es suficiente, en yanta, que el que llora tampoco mama, que no basta nuestra mama, y tampoco el que no afana. Entramos a un país donde todo vuelve a quedarse quieto, donde no hay señales. Solamente existe silencio y nada duele…Así largo tiempo, largo. Hasta que, de repente, otra vez algunos nos sonríen, se ponen a lamernos las heridas, nos besan las áridas mejillas y el corazón amaga unos latidos; picotea. Damos unos pasitos, movemos, apenas, las alitas; las paredes se desploman a medida que marchamos; un estruendo. Aparece el horizonte a lo lejos, y un rayo misterioso hará nido. Sale el sol, blanco, el cielo estalla, no existe nada delante que nos impida ver, ¡ver!...,la puta madre. Hay una distancia sin límites más allá del fondo del paisaje. Y sin ningún combustible nos lanzamos como una luciérnaga curiosa, sin comida, al puro vacío, esta vez blanco, como te dije, con una blancura que enceguece, Amelia.
En el estómago ya no queda ni una sola de esas putas piedras. Ni un pegajoso moco, amor. Pero no me engaño. Sé que es una pausa . Y me acuerdo del viejo Sartre cuando dijo: “Creíamos que el mundo era joven porque nosotros éramos jóvenes en el mundo”. Y chocolate, pastillas, turrones…

1 comentario:

  1. acá ya aperece Amelia!! pero pasaba pa mencionar que me gustó mucho, sólo eso. Besooo

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