Datos personales

Mi foto
Actor,director y docente teatral.Escritor (novela, cuento,poesía y dramaturgia) Artista textil.-

La Tierra del Arca

Hola a todos:
He abierto este blog para hablar de arte y compartir obras. Me llamo Carlos Lagos, tengo 68, y la vida entera dedicada a intentar crear en el campo del teatro, la ficción, la poesía y ahora, de viejo, luego de un buen infarto, arte textil.
Quizás a alguien le guste o interese un poco lo que hago o he hecho. Es mi botella al mar. Está flotando y vaga buscando un rumbo. Alguna respiración humana parecida.
Ya salgo. Ya vuelvo.

ARTE TEXTIL

Estos trabajos intentan metaforizar el genocidio realizado en la Patagonia, primero con los pueblos originarios y luego con militantes populares. Traté de eludir la anécdota directa y representar los hechos desde la abstracción geométrica. A lo mejor les gustan un poco. Faltan algunos que pronto publicaré.Díganme qué les parecen. Gracias.-

sábado, 19 de junio de 2010

33.-
Terminó nomás por servirse esa ginebra que le estaba dando ganas de vomitar. Dejó la botella sobre la mesa con la última frase de Scott Fiztgerald golpeándole en la cabeza como un martirio. Nadie podía saber la resonancia que tenían esas palabras en la noche de carnaval del año 71, como si hubiesen sido escritas para él, especialmente solo consigo, como ahora; y con un futuro totalmente incierto por delante a los veintinueve años, con una mujer en el otro cuarto que ya casi no le pertenecía, porque ella también era como otra persona, y un hijo dormido, sin posibilidades de volverse hacia atrás en el tiempo, paso a paso esos nueve meses, hasta ser una célula, o menos, un sexo que no se ha introducido jamás en esa desconocida que mira televisión y que, sin embargo, sos vos, Amelia. Ahí nomás estaba lo vivido y la indefinición por delante como toda respuesta. Había refrescado bastante, encendió un cigarrillo y pitó. Miró el cuchillo con el que había pelado el durazno y sonrió; porque ese cuchillo en sus manos jamás llegaría a ser otra cosa que un utensilio para comer. Martín Fierro, carajo. Claro que quedaba por saber si se encarnaría en otra frase, también de Fiztgerald, : “ ya no le importaba llegar a ser un cierto tipo de artista. Le parecía mucho más importante llegar a ser un cierto tipo de hombre”. Y delante de sí mismo estaba la zanahoria de unaidea de llegar a ser alguna cosa, algo que se había vuelto irremediablemente difuso, muy vago, muy impreciso. Ya más nunca esa cosa, al igual que su vida, iba a tener una materia concreta, una estructura sólida a la que se pudiese llegar aplicando una lógica rigurosa. Apenas debía ser él mismo, a lo sumo, y en esta noche estaba perfectamente seguro de no saber nada de sí, de ser un reverendo desconocido. Tan incierto, tan irreal como la noche. Miró el cielo largamente y supo que la negrura sin límites nada significaba; miró el vaso y la palabra vaso, a penas, era un sonido desarticulado, igual a la palabra hombre. Dos sílabas.
Pensó en Alejo en Nueva York, ¡Nueva York, por Dios, qué es eso de Nueva York, esta noche, acá en Buenos Aires!...Alejo, caminando por una ciudad que se le venía a la mente como en West Side Story o en Perdidos en la noche. Y una sucesión de tomas largas y lentas y luego aéreas, que viajaban por los picos de los rascacielos como en Mi nombre es Violencia hasta ir descubriendo todo Manhattan y, finalmente, la bahía; con una banda sonora a todo trapo, con negros semilampiños y Jane Fonda hablando, hablando sobre los Black Panters en un reportaje, junto a las películas de Bogart y rubias que besan a Dustin Hoffman, todo eso superponiéndose a la calle Lavalle un sábado a la noche; Alejo allá, pintor, ganador de la Beca, separándose de su mujer en esa selva, solo, peleando por su pintura, pobrecito, tan latinoamericano, tan platense, tan amigo, vulnerable y querido como un hermano, fracasando allá, probablemente; porque no es otro el destino de llevar algún tipo de ilusiones a esa mierda; fracasando, quizás, pero fiel y firme, tercamente aferrado a sus convicciones; como si estuviera defendiendo sus ideas en City Bell o en el bar Astros de La Plata. Seguramente seguiría firme y siempre buscando, Alejo, frágil y duro, diciéndose a sí mismo, como puede, que por ahí, donde él anda, está el sentido del arte y de todo, de Kissinger y de la puta madre que lo parió, ah, las palabras, palabras, palabras, Polonio; endureciéndose, sí, endureciéndose Alejo, para disimular la ternura; dejándose crecer la barba de una forma salvaje para que ningún yanqui hijo de puta vaya a apoderarse de esa pureza y esa honestidad que lleva en los ojos y en los años que carga como una bufanda con la que se abriga en el invierno; Alejo, maestro, fácil de herir en una ciudad que era feroz con Dustin Hoffman en Perdidos en la noche; Alejo, Alejo por su lado, lejos de todos nosotros, por-su-lado, detrás de una puta gloria que se resiste, que quiere ser adulada, Alejo; acariciada, Alejo; que desea verlo envilecido y desesperado, tal vez, al borde de la locura iluminada para inventar nuevos y más terribles estímulos con que excitar su estómago insaciable. No le des bola, loco; Alejo querido, venite p’al barrio que tendrás milonga; bajo tu cielo de raso trasnocha, todavía, un pedazo de mi corazón.
Quizás pensó en Alejo en Nueva York para ver de qué modo todos estamos corriendo detrás de una zanahoria. Ya no hay tiempo para volverse al líquido calentito del útero como le pasa al hijo, que ahora grita y berrea por su comida porque también tiene su propia idea fija y hacia ella va, ya nada importa la consecuencia. En definitiva, él también quiere ser un cierto tipo de hombre, como si eso fuera lo más importante. ¿Eh, Amelia? Cómo oscilamos entre el amor y el odio todos estos años. Siempre por la pobreza y siempre juntos, construyéndonos y construyendo vaya a saber qué.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores