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__Te veo sentado en el sillón de lona en la vereda, a la tardecita. Mamá sentada en otro ,
a tu costado. Y yo desparramado en el umbral.
__Sería en verano.
__Claro, vos recién bañado, perfumado, impecable con tu camisa de manga corta,
chusmeando con mamá a la gente que pasaba.
__Sí; era la época buena que tuvimos.
__Pasaban parejas por la vereda de enfrente y todos saludaban diciendo
“buenas noches” . Mamá devolvía la gentileza. Vos la imitabas, pero en realidad, les
decías “bolas mochas”.
__Ah, sí…Siempre se daba; jodía con eso. Cuando dábamos la vuelta del perro por
la calle principal, a la noche, con tu madre, nos saludaban los sentados. Cuando, por
ejemplo, era Cándida Orsini la que me gritaba: ¡Adiós, Ignacio!..., yo, sonriendo y llevándome la mano al sombrero de paja, le contestaba: “Adiós conchuda vieja”…Y ella
ni oía mi saludo bien risueño. Reía encantada.
__A mí me decías una especie de sanata a toda velocidad, Algo así: “ayámeremorachituribandode quí. Yo te preguntaba: ¿qué dijiste, papá?...Y vos me contestabas cualquier verdura. Nada que ver.
__Sí, a todos los gurises los volvía locos con esos trabalenguas.
__¿Sabés qué era lo más lindo papi; lo que más me marcó?
__¿Qué m’hijo?
__La risa. Estaba siempre entre nosotros. Vivíamos riéndonos. Riéndonos de todo.
De cualquier cosa. Como si toda la eternidad fuera a ser así siempre-
__Era lindo reírse, sí…Todo parecía encajar, m’hijo. Ir en embudo hacia la
alegría.