48.-
Y sí, todo tiene el color del cristal con que se mira, es cierto; pero para nosotros, los cagones, significaba una tragedia estar pendientes del teléfono o de una carta que podría llegar. Para todos era grave; estoy de acuerdo, pero mucho más nos parecía que no teníamos ninguna clase de preparación, que estábamos hechos para las palabras, que de cojones, minga. Pero igual ésta vino a ser una ocasión no buscada de probarnos aunque, igual, tengo que decir que el miedo era una malla delgada y trasparente que nos cubría y, por ahí, nos hacía sudar por las noches en la cama cuando, de madrugada, sonaban las sirenas; porque las sirenas aullando eran constantes todas las noches; mucho más en el 74 y 75, a partir de que la gente empezó a esperar llamados a cualquier hora, o cartas y cosas así. Fueron cotidianas las sirenas, ché, a toda hora; pero más a la noche y, sobre todo, de madrugada. Dale que dale: no sabés lo que era eso, barriendo las calles, arrastrando todos los días los demás ruidos y sólo se podía seguirlas con la cabeza, desde los ojos abiertos que siempre teníamos, y eran como animales despavoridos, gritando en las noches. Muchos amigos se fueron yendo, ché; otros andaban siempre con el pasaporte preparado y las valijas a mano, con la ilusoria esperanza de que eso empezara a parar, mañana o pasado; qué sé yo. Que se volviera un sueño, una cosa inventada. Porque qué carajo te ibas a poner a esperar de los políticos putos que sacaban sus declaraciones de siempre; repetidas hasta la náusea y te hablaban, caraduras, de patria y las instituciones y toda la milonga esa; vos, mientras tanto, veías que hoy aparecía un fiambre acá, otros dos allá, hoy o mañana, y así siempre, y ya el único consuelo parecía ser que no te iba a tocar a vos, por cualquier razón, porque nunca vas a saber la lógica ni las razones que pueden tener estos tipos que deciden, vaya a saber dónde y cómo, que te tocó, que te llegó la hora. Entonces se aparecen por la noche, con o sin sirenas, a punta de itakas y 45, en tu departamento; te sacan a patadas, te revientan a piñas, te queman con cigarrillos, y la cuestión no para hasta que te descubre algún tipo, boca abajo, atado con alambre, pudriéndote en un baldío o basural; y nadie sabiendo una palabra de vos.
Así que yo estoy bastante de acuerdo con que todo viene a resultar según cómo le cae el sayo a cada uno. Pero te aseguro que para nosotros la cosa no era nada fácil. Algunos compañeros se fueron; no sé si hicieron bien en tomárselas, porque cada uno sabe; yo, ya te dije, a mí me pareció lo mejor quedarme. Pero de boludo. Porque te aseguro que estoy cagado de miedo. Será que no soy un artista famoso y por eso me siento más indefenso; será por eso, tal vez; porque a quién carajo le puede importar que vos estés con tu compromiso en un teatrito de mierda, mandándote el espiche de tus buenos deseos acerca de la sociedad podrida y todo eso; con tres personas en la sala, suspendiendo la función día por medio; vos no sos ningún figurón, loco; alguien que vaya a ser recibido en su despacho por un ministro de Bienestar Social o un diputado, pongo por caso; y que te vende el verso de las seguridades y garantías. ¿ Quién carajo se va a calentar, salvo tu mujer o los amigos? Así que el llamado o la carta o lo que puta fuera que esos tipos utilicen, se vuelve una cosa recurrente y jodida en tu cabeza; te trae un desamparo muy grande. Ya sé que la cosa es política, que la podés plantear en esos términos; yo también, como el que más, tengo mi teoría, no vayas a creer; pero te aseguro que en esos años había empezado a ser nada más que un concepto vacío, porque no había una política donde vos pudieras reconocerte; además el mismo viejo de mierda nos había echado de la plaza; y, además, después, no hubo nada más a partir de aquel día en que llovió tanto y se lo llevaron a todo lo que da en la cureña. Iban a todo trapo por Libertador con la gente corriendo inútilmente, lo mismo que vos, también, pero sintiéndote un ilegal; un traidor que se tenía que tragar los mocos, porque se lo llevaban rápido, como con miedo, y las patas a todo trapo nunca te hubieran alcanzado para acompañarlo en su último viaje. Por eso, después que te cansaste de correr, y viste cómo se alejaba el carrito con los granaderos y las motos, comprendiste cómo se alejaba tu futuro, y ya no quedaba nada. La gente sola, nomás. Sin él todos éramos nadie. Había oportunismo, miedo, declaraciones vacías. Vos te dabas cuenta que la realidad estaba pasando lejísimo de las teorías y los discursos; por eso es que te hablo de desamparo; vos eras uno más de los imberbes, un traidor. A la mierda con la Juventud Maravillosa. Te hablo de aislamiento, de soledad infinita. La realidad era una selva en esos años, loco; cada uno se sentía solito con su osamenta allí, como una rata acorralada, ché; igual. El cuento mortal de pasar a la clandestinidad que nos hicieron los jefes iluminados, nos dejó a todos los giles, culo pa’arriba.Todos a merced ¡No!... Ellos saben muy bien como meterte el miedo hasta el culo, y vos sos solamente una persona y te tragás, temblando, todo el cagazo como aceite de castor, sin respirar; ya no podías más reconocerte en ningún grupo, en nada; sabías que los dirigentes más lúcidos estaban muertos o presos o quebrados ¿ y de qué te ibas a agarrar, me querés decir?...¿De qué estructura o aparato me vas a hablar?...
Leer los diarios en el subte camino al laburo, a la siete de la matina, era para ponerse a llorar. A razón de dos fiambres diarios llegó a ser el promedio; y así siempre; los tipos aparecían con las manos atadas, absolutamente atravesados por cientos de agujeros, cuando no resecos por el fuego o hechos pedacitos por una bomba. Hoy un dirigente, mañana un estudiante, pasado un milico, traspasado un colectivero, y todo así. Estabas viviendo en el centro de un descampado, vigilado por mil ojos invisibles que te estaban haciendo una ficha, un juicio en alguna parte,y dictando sentencia. Éste sí, éste no. Para qué contarte de la coneja que pasábamos. No la agarraba nadie, corría diez millones de veces más rápido que vos; ya te reías si te cobraban seiscientos mangos por un té con limón. ¡ seiscientos mangos!...Era de locos. Yo salía del laburo a las siete de la tarde y me iba caminando del lado de la pared, como un duque, mis veintipico de cuadras para mandarme el Bertold Brecht reglamentario. Con la sala semivacía, siempre, mirando las caras largas de mis compañeros en la piecita que utilizábamos de camarín; cargando, todos, esa frustración que era como una mugre, una costra. En esa época los artistas recibíamos más amenazas anónimas que aplausos, te lo juro; cierto que la cosa principal era con los grandes, las figuras, los caretones; no se las iban a agarrar con vos porque no tenías ningún arrastre y eso era como una patente de seguridad; pero la cosa cambiaba si la mirabas del lado del activismo, o de la militancia. Quien más quien menos tenía varias horas de vuelo en la JP o el PC, y aunque la tarea hubiera sido medio de taquito, de todas maneras en los grupos de actores estábamos bien fichaditos; más de uno había estado o estaba trabajando en la Asociación, o en alguna villa, y empezaron a caer los llamados y las cartas a un montón de actores desconocidos para la gente. Pero nosotros sabíamos muy bien quiénes eran , los conocíamos; eran amigos, eran tipos como nosotros; como yo, bah, ratones, que no tenían donde caerse muertos. Eso indicaba, clarito, que en el gremio había gente que pasaba la información a los tipos. Por ahí no era más que un enfermo, un resentido hijo de puta, pero vos nunca podías llegar a saberlo con seguridad. Así que todo pasó a ser subjetivo. Podía medirse de acuerdo al tamaño de tus bolas, a tu serenidad o a tu irresponsabilidad, si querés. Una ruleta rusa. A lo mejor te sonreís, ahora, mirando a la distancia. Pero había que estar ahí. Ah, sí. Es medio difícil que, desde acá, te des cuenta bien lo que fue aquello. En Europa, sobre todo en París, es otro mundo. Me imagino que te queda el sedimento, la borra; pero lo que yo te digo era un asunto de los días. A mí me obsesionaba eso, cada día; esperar cada día podía ser un telefonazo, una señal definitiva. De pronto vos habías llegado a crear una relación imaginaria con esos tipos invisibles, lazos; te resultaban como familiares, algunas caras, sobre todo, que te venían a la cabeza algunas veces. No te voy a afirmar, porque es una barbaridad, pero hasta como un afecto enfermo sentías por esos hijos de puta que te cercaban. Te parecía que si te llegaban a venir a buscar los ibas a convencer; no sé, a conmover; que te iban a perdonar. Era de locos…Al final, no aguanté más y me borré. Largué el teatro, todo, y me quedé quieto. Me da vergüenza decirlo, pero me empezó a ir bien con el asunto de la venta de libros, de los posters; hasta pude costearme un viaje hasta aquí y, cuando quise acordar, tenía un negocio puesto. ¿ Sabés dónde? En Coronel Díaz, casi Santa Fe… Ahí se acabó todo. Total, loco, no me voy a engañar. No era Alterio o Alcón…Yo no era nadie.
Hubo un largo silencio, después de la confesión.Desde la ventana del bar, se veía pasar la gente presurosa; eran sombras en el invierno de París. Ninguno de los dos se miraba a los ojos. Contemplaban pasar ese mar embravecido de cabezas extrañas y dejaban hervir el cerebro; dejaban hacer la sopa espesa de los propios dolores en la cabeza y, de cuando en cuando, bebían un sorbo de vino inútilmente parecido a otro del bar Ramos.
__Decime, loco, ¿ no sabés nada de Mariano?__preguntó súbitamente Alejo.
__No.¿ Sabés que no?...Sé que el boludo también se quedó. Pero hace siglos que no lo veo ni sé
nada de él. Siglos, ché.__dijo el turista recién llegado.
Ronda de niños
delgadísimos…
Tomados de la mano giran y giran
formando la rueda enmudecida
que levanta el talco
de la niñez…
Cantan vagamente la ronda.
Puedo ver sus bocas amasando palabras
sin alas
colgar informes de sus cuerpos.
El hielo del silencio brota de esos agujeros
afónicos.
Giran giran en el blanco ensueño
y flotan sin peso en algún territorio
del recordar.
Se abrazan se besan
y no descansa una vertiente de mercurio
mojando sus ojos sus caras.
¿Quiénes son?
¿Qué cosa han venido a buscar
en mi cabeza sin playas?
Datos personales
- carlos lagos
- Actor,director y docente teatral.Escritor (novela, cuento,poesía y dramaturgia) Artista textil.-
La Tierra del Arca
Hola a todos:
He abierto este blog para hablar de arte y compartir obras. Me llamo Carlos Lagos, tengo 68, y la vida entera dedicada a intentar crear en el campo del teatro, la ficción, la poesía y ahora, de viejo, luego de un buen infarto, arte textil.
Quizás a alguien le guste o interese un poco lo que hago o he hecho. Es mi botella al mar. Está flotando y vaga buscando un rumbo. Alguna respiración humana parecida.
Ya salgo. Ya vuelvo.
He abierto este blog para hablar de arte y compartir obras. Me llamo Carlos Lagos, tengo 68, y la vida entera dedicada a intentar crear en el campo del teatro, la ficción, la poesía y ahora, de viejo, luego de un buen infarto, arte textil.
Quizás a alguien le guste o interese un poco lo que hago o he hecho. Es mi botella al mar. Está flotando y vaga buscando un rumbo. Alguna respiración humana parecida.
Ya salgo. Ya vuelvo.
ARTE TEXTIL
Estos trabajos intentan metaforizar el genocidio realizado en la Patagonia, primero con los pueblos originarios y luego con militantes populares. Traté de eludir la anécdota directa y representar los hechos desde la abstracción geométrica. A lo mejor les gustan un poco. Faltan algunos que pronto publicaré.Díganme qué les parecen. Gracias.-
martes, 7 de septiembre de 2010
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