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Actor,director y docente teatral.Escritor (novela, cuento,poesía y dramaturgia) Artista textil.-

La Tierra del Arca

Hola a todos:
He abierto este blog para hablar de arte y compartir obras. Me llamo Carlos Lagos, tengo 68, y la vida entera dedicada a intentar crear en el campo del teatro, la ficción, la poesía y ahora, de viejo, luego de un buen infarto, arte textil.
Quizás a alguien le guste o interese un poco lo que hago o he hecho. Es mi botella al mar. Está flotando y vaga buscando un rumbo. Alguna respiración humana parecida.
Ya salgo. Ya vuelvo.

ARTE TEXTIL

Estos trabajos intentan metaforizar el genocidio realizado en la Patagonia, primero con los pueblos originarios y luego con militantes populares. Traté de eludir la anécdota directa y representar los hechos desde la abstracción geométrica. A lo mejor les gustan un poco. Faltan algunos que pronto publicaré.Díganme qué les parecen. Gracias.-

viernes, 17 de septiembre de 2010

51.-
Vos llegabas y, de movida, eras pichicato. Así que empezabas a los saltos de rana o a tender una cama cuando nunca en tu vida lo habías hecho; a lo sumo, alguna vez habías prestado atención cuando lo hacía tu mamá. Llegabas, y toda tu lógica se daba vuelta como una tripa. Te daban ganas de llorar porque todavía eras un pibe. Imaginate que casi todos llegamos con pantalones cortos, y te tragabas el llanto porque ya habías salido de sexto el año pasado y estabas empezando, oficialmente, tu vida de muchachito. Además, le habías prometido a tu viejo no llorar cuando partiera y te dejara solo en ese inmenso caserón donde te vas a sentir bien, vas a ver; la vida es fabulosa ahí adentro, Marianito, con todos los muchachos de tu edad y con los más grandes que te cuidan. Allí te vas a hacer hombre; nadie se muere, y cuando te toque el servicio militar te vas matar de risa por lo canchero que vas a ser. La amistad en la Fráter es una institución sagrada, un honor; es cosa de machos, ¿entendés?...Sí, pero no me dejés solo, papá, por favor; quedate un poco más; no quiero quedarme solo con esta gente. No sé quiénes son, no estoy acostumbrado. Es que me tengo que ir, m’hijo.
Esto de ordenarme la ropa en el roperito de metal, que todos llaman casillero, y ese tipo desconocido que, de pronto, me gritó ¡Pichicatón, venga para acá; pichicato, hijo de puta!..., y me obligó a llevarlo con otro pibe, haciéndole la sillita de oro hasta el baño, en bolas, lleno de duchas; más de treinta, me parece, y tenés que bañarte delante de todo el mundo; no sé, me daba vergüenza, yo no estoy acostumbrado, todos desnudos. El tipo que nos gritó cuando lo llevamos en sillita puso, a propósito, su porquería en el huequito que dejaban nuestras manos, metió la pija ahí, mientras lo llevábamos, rojos de vergüenza. Por eso sólo me quería volver, Amelia. Al fin y al cabo mi papá me trajo para estudiar, no para estar haciéndole la cama a nadie, negros de mierda, hijos de puta; ni a que me griten. A punto de llorar a lo loco, ya tirado en la cama esa primera noche , la más larga que pasé en la Fráter…. Le decían la Fráter, pero el nombre completo era La Fraternidad. Ocupaba una manzana entera, tenía dos pisos que cubrían todo el frente, y una torre en el medio, con un reloj enorme que daba campanadas que se oían en toda la ciudad. Toda la historia de ese sitio empezó cuando unos tipos que eran pupilos del colegio de Urquiza quedaron en la calle. Entonces alquilaron una casa, le pusieron La Fraternidad y se juraron que cuando fueran profesionales iban a institucionalizar la cosa. Se hicieron cagatintas, con títulos, y fundaron este mastodonte donde ahora estoy acostado, y convertido en un “internado” hecho y derecho. Tiene su Comisión Directiva constituida por toda la milonga de figurones de la ciudad; una especie de orgullo, como el Colegio; con su tradición inviolable y de porquería. Los cuadros colgados de los prohombres que pasaron por ahí; antiguos, duros, puro bigote manubrio; pura generación del 80, provinciana y pelotuda, donde sobresalía, en el salón principal, el gran hijo de puta de Julio Argentino Roca , primer Gran Fraternal de mierda,y la mar en coche de conservadores de toda laya.
Ahora estaba yo también ahí como un pichicato basura; con la explicación de que tenés que obedecer: y no te calentés. Es un año, nada más, y pasa como tiro, vas a ver. El año que viene, para el 14 de Mayo, es la fiesta de la Fráter y llegarán fraternales de todo el país. Se hace una fiesta impresionante; está toda la ciudad y hay un baile a la noche, loco, para alquilar balcones; vienen todas las pendejas de Uruguay, con vestidos largos, y no sabés la bola que le dan a los fraternales, es impresionante; vos decís que sos fraternal y las gurisas se mean, hermano; pero, si querés ligar, tenés que ponerte los pantalones largos, boludo. No vas a venir así el año que viene, con las bolas afuera; hay que aguantar hasta el 14 y después te cagás en los capos. Te cagás en todo; una vez que se canta el chécale los mandás a la puta madre que los parió, porque , a partir de entonces, te transformás en culo. Y cuando uno llega a culo ya no lo puede mandar nadie más, aunque, guarda, vos tampoco podés mandar. Ojo; no te olvides, no te mandan pero vos tampoco podés mandar. La vida del culo es genial, Marianito; te divertís a lo grande viendo, ahora, como los tienen cagando a los pichicatos recién llegados; además no tenés la responsabilidad de los capos y, menos, de los celadores. La pasás un kilo siendo culo; tenés que comerte un año, pero, qué tiene;un año pasa volando, y por ahí tenés la suerte de que te tome de ayudante un capo como Pozzio, que es el que te hizo llevarlo al baño en sillita, y ,entonces, estás salvado. En serio; ese es un tipo genial, no le tomés idea; es celador, pero el mejor, el más justo que tenemos. Hay que ser de quinto año para eso, ¿ vos sabías? ¡Nooooo! No es un hijo de puta como Martínez o como Píkora; es un tipo rejusto y, encima, es el mejor jugador de basket de Estudiantil Fraternal y, si te descuidás, de todo Uruguay. A vos te quedó la impresión porque era el primer día, pero vas a ver que es un tipo macanudo. ¿ Viste el físico que tiene? Es un fuera de serie, ya lo vas a conocer; nadando es una barbaridad, hizo pesas, juega al futbol bárbaro y es uno de los mejores alumnos del Colegio. Está en el Cuadro de Honor, y ni te cuento el arrastre que tiene con las minas; como es formoseño sabe cantar guaranias y las revienta a las mujeres. Acá muchos envidiosos dicen que es un fanfa porque siempre anda usando remeras para mostrar el físico, pero lo dicen de rabia. Qué más quisieran ser como Pozzio, pero no les da el cuero. Le bajan la caña porque es un tipo sensacional, ya lo vas a comprobar. Mientras tanto yo miraba el techo, por la noche, Amelia; miraba los roperitos alineados y me parecía estar en un hospital, con las colchas blancas que todos habíamos traído. Me acuerdo todavía del olor a limpio y a nuevo saliendo de las sábanas de esa cama fría, helada, que iba a ser la mía. ¿ Qué era eso de guardar mis cosas bajo llave con un candado que tenía que ser el más grande posible? Porque, eso sí, negro, meté todo adentro porque si te pueden afanar, te dejan sin nada. Y tené muchísimo cuidado con la ropa; ponele dos veces el sello para que no te vayan a pasar, acá está lleno de hijos de puta; ¿ qué número te tocó en la ropa? Ah, el 72. Bueno, yo tengo el 85; el 72 lo tenía el año pasado Requena, que ahora se fue a estudiar medicina a Córdoba y fue celador y, además, era el dibujante de la revista de la Fráter porque había estudiado dibujo por correspondencia en la Escuela Panamericana de Arte. Pero era un tipo medio raro, no le daba pelota a nadie y como celador era bastante hijo de puta. Todas las camas en hilera, Amelia, a mis 12 años, en el año 54, una noche que debió ser de Marzo, seguramente. 18 camas por dormitorios, escuchando toses, alguna carcajada que se filtraba del dormitorio contiguo que estaba separado por un tabique de madera que no llegaba al techo y donde, también, habría otros 18, tratando de dormir y otros 18 más allá. Alguna puteada, algún ¡cállense, carajo!, porque había sonado la campana de silencio, y la obligación de acostumbrarse a ese código infernal de campanadas largas y cortas, a toda hora, que querían decir treinta mil cosas diferentes. Mal, requetemal, porque era el único en toda la República Argentina que no comprendía su significado. ¿Cómo podían venirse de tan lejos esos boludos; dejar sus casas en Corrientes, en Misiones, en Formosa, y hasta Paraguay? ¿ Por qué mierda estaban tan contentos de estar tan lejos y solos. Ah, sí. Había que entender el código del correo también, de las cartas; acostumbrarse a que un block de papel fuese tan indispensable como comer. Que nuestra vida fuese a quedar marcada para siempre por la correspondencia; esperando, siempre, una carta que se demoraba y no llegaba nunca. A partir de los doce y con pantalones cortos.
La Fráter, Amelia, era eso; no ver más al Gringo querido y al Conejo y al Pollo y al Roberto, cambiados por esa mierda que me llenaba de odio. En ese dormitorio, solo, sin ellos, sin identidad; a punto de empezar sabe Dios qué, en un colegio desconocido, entre gente desconocida. Ningún lazo, nada; levantándome violentamente por las campanadas y los pitos del celador de guardia a las cinco de cada mañana, oyendo un trabalenguas que empezaba con chécale, cachécale, cachín, chau, chau, y no sabiendo qué hacer, dónde poner las ganas de llorar y llorar. Tapadito hasta la cabeza, Amelia; escuchando, tratando de hacerme chiquitito. Por primera vez sin papá, sin mamá; sin cables a tierra en esa Casa Cuna. Sin. Para siempre sin.

Sucia rama
enhebrada en el collar de vientos feroces
ningún árbol para cobijar la desolación
o nido
troncos secos
adheridos con terquedad a la calcinante
tierra de la memoria
¿quién canta por ahí?...
sólo dementes alucinados pueden
cantar esa canción de gritos.

Déjenme solo
que nadie intervenga
voy a desenterrar el cofre de las mentiras
y en ese agujero
clavar la rosa helada de la soledad.

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