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Actor,director y docente teatral.Escritor (novela, cuento,poesía y dramaturgia) Artista textil.-

La Tierra del Arca

Hola a todos:
He abierto este blog para hablar de arte y compartir obras. Me llamo Carlos Lagos, tengo 68, y la vida entera dedicada a intentar crear en el campo del teatro, la ficción, la poesía y ahora, de viejo, luego de un buen infarto, arte textil.
Quizás a alguien le guste o interese un poco lo que hago o he hecho. Es mi botella al mar. Está flotando y vaga buscando un rumbo. Alguna respiración humana parecida.
Ya salgo. Ya vuelvo.

ARTE TEXTIL

Estos trabajos intentan metaforizar el genocidio realizado en la Patagonia, primero con los pueblos originarios y luego con militantes populares. Traté de eludir la anécdota directa y representar los hechos desde la abstracción geométrica. A lo mejor les gustan un poco. Faltan algunos que pronto publicaré.Díganme qué les parecen. Gracias.-

viernes, 12 de noviembre de 2010

72.-
CARTAS DE GRATITUD- Bahía Blanca- Nos escribe Pedrito diciéndonos que desde la edad de 12 años quedó huérfano de padre y madre. Su madre le enseñó la oración de la Virgen: la SÚPLICA DE LAS GRACIAS. Pues bien, cuando pasé por trances insospechados , mi oración favorita fue esa. Jamás perdí la confianza. Últimamente me sacó del apuro que menos esperaba. Agradecido le envío el sueldo de mi quincena. Todo es poco para agradecer. A mis 38 años ya adquirí cierta experiencia. “VOZ DE FÁTIMA”, Julio 13 de 1975

De los ojos oscuros se proyecta una recta que es una flecha a través de la ranura. La luz hiere. Afuera la claridad es gris. Y llovizna. La esquina de enfrente sigue abandonada, igual que la casa inmensa, destinada al director de la Fráter. La verja de hierro de un verde sucio, despintado, pertenece a un mundo que acaba de entregarse. Al llegar, eso era puro misterio además de un oscuro deseo. Ahora le pesa, la mide a través de la cortina metálica, como un perro a otro perro, pero sin interés para olfatearse. Sin embargo un día se atrevió, hoy, y saltó y, además, la meó. Pisó el pasto crecido y quedaron las huellas. Quedó olor a pasto en el cuerpo. Evoca: la puerta no cede, el picaporte cruje, el elefante barrita. Se da vuelta para ver si lo han visto. La Fráter se ve imponente , atrás. De los ventanales del segundo piso, donde están los dormitorios, cuelgan ropas mojadas; calzoncillos, medias. Todos duermen la siesta. Hace un rodeo. Los helechos se quiebran y la gramilla se aplasta. Se enfrenta a una mampara de vidrio verde y blanco. Hay más sombra de ese lado. Empuja y entra. Algunos vidrios están rotos. Hay un mate abandonado de alguno que ha venido a preparar los exámenes; muchos papeles sucios y una reconfortante frescura. Qué silencio. Las puertas interiores todas descascaradas están abiertas en la oscuridad. Se anima y sigue. El corazón late loco, desorganizado; respira con dificultad. Al fondo se ve una línea de luz muy débil. Pasa su mano por el pelo mojado, por su mejilla llena de gotas. Y avanza. El piso es de listones de madera vieja. Está podrido, cruje. No puede ver sus pies pero los imagina moviéndose con cuidado. Va hacia la línea clara del fondo. Finalmente es la ventana. La cortina está rota y la luz se cuela dibujando contornos. Espía hacia fuera y ve la esquina desde donde partió. Recorre la ventana y se siente bien; pero la magia, el mundo de la casa va rompiéndose duramente, saltando como vidrios. Entonces retrocede de nuevo. Y cruje el piso. Lo sobresalta un ruido en el otro cuarto. Va hacia lo oscuro. Pero nadie. Sólo dos colchones abandonados en el suelo; una almohada sin funda, rota. Y polvo. Escucha el monótono ruido del agua que ha crecido. Hay como un diálogo entre las chapas del techo y la lluvia. Encuentra otra puerta cerrada, sin picaporte. Empuja y también cede. Entonces, como una llamarada inmensa, entra la luz y las sombras se despedazan. Desde allí se ve el mar verde del follaje; los árboles, el pasto crecido. Se sorprende porque las paredes le devuelven el Pato Donald, Mickey, el Chanchito Práctico. Están pintados con cierta dureza; absorbidos por la cal de la pared. Está recorriendo una casa mítica, en la que nadie ha vivido en años. Siempre supo que no podría resistirse a entrar a pesar de las prohibiciones. Alguna vez le contaron que un tipo la habitó; que la mujer tenía un pequeño jardín de infantes. Ahora todo es mugre. Y resulta imposible justificar esas figuras pintadas torpemente, salidas como de atrás del olvido. Entonces, tristemente, se va. Salta de nuevo la verja y cae afuera. Pero, sin embargo, ya nada es igual.
Ahora, como entonces, llueve. Y está sentado, solo, en la sala del Estudio Grande, vacía de pichicatos. Mira las mesas, ¿treinta, cuarenta?, y las sillas viejas, marrones, tajeadas llenas de nombres; signos hechos con hojitas de afeitar, con cortaplumas.¿Los internos duermen?...Los nombres garabateados: Lalo, Jorge Martínez; 1952-56; Lilí, Puto; ¡viva yo! Está llorando. Chécale, cachécale, cachín, chau, chau. Falta un año para recibirse de maestro. Se putea suave porque en vez de horizonte, al frente hay una pared sin puertas.

Entonces habré de asistir desnudo, descarnado,
al ajuste de cuentas;
perfumado por el olor del peligro y el riezgo
que brota del acecho del cuerpo;
el pobrecito tigre agazapado.
Estoy solo ante mi espejo
Braceando en el aire sin agua.

Así lo quise.
Pero han sonado las trompetas y escucho el chisperío,
esa parafernalia
de gritos, risas y alaridos
que precede a todos los sacrificios.
No temo.
Solo en la isla; unido a tierra
por un puente caliente
de esperanzas que cuelgan
de mis ramas.

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