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Actor,director y docente teatral.Escritor (novela, cuento,poesía y dramaturgia) Artista textil.-

La Tierra del Arca

Hola a todos:
He abierto este blog para hablar de arte y compartir obras. Me llamo Carlos Lagos, tengo 68, y la vida entera dedicada a intentar crear en el campo del teatro, la ficción, la poesía y ahora, de viejo, luego de un buen infarto, arte textil.
Quizás a alguien le guste o interese un poco lo que hago o he hecho. Es mi botella al mar. Está flotando y vaga buscando un rumbo. Alguna respiración humana parecida.
Ya salgo. Ya vuelvo.

ARTE TEXTIL

Estos trabajos intentan metaforizar el genocidio realizado en la Patagonia, primero con los pueblos originarios y luego con militantes populares. Traté de eludir la anécdota directa y representar los hechos desde la abstracción geométrica. A lo mejor les gustan un poco. Faltan algunos que pronto publicaré.Díganme qué les parecen. Gracias.-

martes, 14 de diciembre de 2010

76.-
EXITOS EN EL HIT PARADE: “Canario triste” y
“Jambalaya”, por Elder Barber. 78 rpm.

Ah, sí. El naiclub “Ramírez”, en Uruguay, frente a la plaza. Ya tiene la camisa blanquísima y duro el almidón del cuello, que paspa un poco. Y, por supuesto, la brillantina Palmolive hace destellos en las ondas, así que se mira con cuidado para ver si está parecido a Errol
Flynn o Tony Curtis; bichando ,de reojo, el traje azul colgado al costado del roperito, recién planchado; oyendo las voces de los demás, sobre todo los de cuarto, que tienen esa cancha tan especial. Ellos sí que están seguros entre las pibas, no hay problema; sólo él se siente mal porque apenas sabe hacer el doble paso en el fox-trox que, pacientemente, le enseñó Elizalde, que es un concheto de la alta sociedad correntina, que siempre tiene pilchas importadas de Brasil y camisas de hilo de Paraguay, también, aunque no sea de cuarto como él; uno se da cuenta enseguida que tiene clase, que no es un grasa. Está bien que uno, a su vez, puede hacerse el fino con las gringas de la colonia, durante las vacaciones, allá en el pueblo, con el saco blanco de hilo y el pantalón azul, pero no ahí, en la “Ramírez”, con esas pendejas todas tan educaditas que empilchan como los dioses; decí que hace tiempo que anda con Kuky y por eso la cosa se hace llevadera. Con ella tiene una especie de patente ahí dentro, un derecho de piso pagado porque ya, antes, ha pasado la vergüenza reglamentaria. Ella, en sus primeros tiempos , supo gritarle “¡paisocooo!...” y hacerle rebotar su risa fresca como una cachetada. Pero igual no puede evitar un estremecimiento pensando que estará lleno; las parejas de siempre, las conocidas barras, las pibas sueltas que están en el enganche. Sabe quiénes habrán de saludarlo mientras ruedan en la pista; quiénes dejarán caer sus miradas cómplices, quiénes cuchichearán detrás de ellos cuando se pierdan en el oleaje de danzarines; sabrá que aparte de los fox-trox de Smith y sus Pelirrojos, habrá de atreverse con los cha-cha-chás del Trío Avileño, o Los Panchos cuando más; o los Cinco Latinos en alguna cosa lenta. Así que terminado de peinar ve si está perfectamente afeitado y entonces va al casillero del Caimán y le saca un poco de colonia “Lancaster”, que es la única que venden en el quiosquito de la esquina; no se pone mucho porque apesta como la gran puta, y ya se está poniendo los recién planchados pantalones azules, con tiradores, que habrán de quedar escondidos debajo del chaleco. El Caimán no está y ya se fue a buscar a la Susy mientras que él quedó en encontrarse con su minita en la puerta del naiclub y pese a todo “¿Quién está triste ahora?” con Nat King Cole, practicando en el Salón de Invierno de la Fráter. Se asoma y ve la pareja de muchachos ya trajeados, meta hacer el doble paso; que si no lo sabías hacer era un quemo en la pista colmada y aunque el corazón late fuerte por la excitación, es hermoso sentir que la vida es como una fruta. Y morder. Así que ya está con saco cruzado rigurosamente abotonado, y ahora corresponde el pañuelo de seda blanca sobre el cuello que le sacó, de prepo, a un pichicato. Se vive como una especie de conde o algo así, tan suavecito contra la piel. Sólo falta ponerse el sobretodo negro y los guantes; uno puesto, claro, y el otro descuidadamente agarrado en la otra mano donde habrá de tener el “Fontanares extra finos”; ver, antes de salir, la blancura de los dientes y sacarse con el pañuelo la gota de brillantina que chorrea putamente por la sien en el aire helado del atardecer, trepando por la calle Rocamora. Oyendo el ruido de los tacos, sin chapitas. Porque aunque muchos le ponían chapitas a las suelas, no sé. A él le daba calor el ruidito metálico; había que ser medio cara rota, pero lo mismo suenan, e igual se siente bastante seguro, sobre todo al verificar su pinta de costelete, en las puertas de vidrio del “Texier” donde están anunciando “Angustia de un querer” con William Holden y Jeniffer Jones, y ver que uno tiene su perchita y que todo concuerda para dar esa imagen de solitario y misterioso que ha elegido, medio Edmundo Dantés, cayendo al “Mate Cocido”, que era como le decían al baile de la tarde para los estudiantes más pendejos, en lugar de “Té Danzante”; medio aristócrata de incógnito, con un pasado sin revelar del todo, para curiosidad de las amigas de Kuky; sin largar una palabra de las gringas de la colonia, de la Angélica, o de las negritas de la pista de Velázquez, atrás de la estación, meta chamamés, Y “La puñalada” o”Nueve de Julio” de Vicente Padula por la Típica y Característica “San Salvador”, que conducía brillantemente el tuerto Cáceres con su violín. Calladito ahí, chito-chito, había que hacerse el fino; pero, total, no en vano había muchas horas de vuelo en el cine del pueblo, así que no lo iban a agarrar descuidado; que para eso uno nació con una clase natural y vio bien a Fred Astaire y Tyrone Power de smoking y, sin ir más lejos, a Fernando Lamas que su pinta la tenía y era argentino. Se estudió muy bien los movimientos; cómo caminaba entre las mesas sin voltear nada, la mirada buscando, indiferente, a alguien inexistente, hasta encontrarse con los ojos de Mecha Ortíz, por ejemplo, y hacerla mear de a chorritos. Ah, mierda, cómo se sacaba a la entrada el echarpe blanco y el abrigo, y se los daba al tipo del guardarropa, mientras ella bailaba con algún boludo pero sin poder sacarle los ojos de encima como ahora Kuky; aunque ella se está, para variar, tentando con las amigas y se hace la que no lo ha visto. Entonces lo obliga a hacer lo mismo. Guacha de mierda, vas a sufrir. Y se va. Iba a alguna mesa de fraternales que no se decidían a bailar y allí se quedaba hasta lo insoportable, hasta que la cara de Kuky, inequívocamente, se hubiera quedado sin sonrisas y amenazara irse a la casa. Entonces había que ir a arreglar el asunto, ché. Vendría la discusión, vos sabés; y los bueno, por qué te hiciste la que no me viste, qué te pensás, y la tarde a la mierda, pero todo eso pasó ya, Amelia, sino no estaría el perfume de Kuky en la nariz todavía y sus pelos haciéndome cosquillas; su espalda desnuda apretada por la mano que a veces se atreve a rozar, estremecido, una tetita. Ni el silencio que se ha hecho entre ellos; todo indica que la cosa pasó; que son casi inmortales, que la luz parece nacer de sus cuerpos, te lo juro; que nada hay más lindo que los labios besándose, sacándole todo el rouge a mordiscones chiquititos, sin tener la menor noción de lo que canta Roberto Yanés; porque es la última noche y él habrá de salir a recorrer el mundo ya que la vida los separa; insoportablemente solo, obligadamente solo como Humprey Bogart en “Casablanca”. Y ella habrá de ir a despedirlo, entre lágrimas, al muelle. Hasta que el vapor “Whasington” se aleje y se haga una sola línea con la “Stella Maris”, donde se abre todo el río, antes de ser tragado por eso que ahora es un mar; con él apoyado en la borda, inmóvil para siempre en el recuerdo, tal como Gregory Peck en alguna película de amor.

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